martes, 5 de febrero de 2008

LA VIOLACIÓN


LA VIOLACIÓN


La mañana entraba clara y luminosa por los ventanales. Mi piel brillaba al cálido sol del estío.
En ese momento entro él. Sus ojos claros como el día se fijaron en mí. Un brillo especial iluminaba sus pupilas. Sus manos se posaron con decisión en mi virginal piel. Su pecadora boca se humedecía lascivamente al sentir la firmeza de mi cuerpo, la suave textura de mi piel.

Él me desnudó lentamente, disfrutando de ese instante. Su cara reflejaba la ansiedad del momento por él tan deseado.

Mi cuerpo desnudo, trémulo , solo, desamparado, esperaba el odiado momento de ser profanado.
Su pecadora boca se acercaba lenta pero inexorablemente a mí.
El calor de la mañana, pesado y húmedo, le impulsaba a cometer su acción sin salvación posible. Mi desnudo cuerpo esperaba con angustia el instante final.
Al fin, mi cuerpo indefenso fue profanado por su ansiosa boca, y el néctar de mi ser mitigó su sed. Era mi destino.
En verdad no hay nada como una naranja en las cálidas mañanas del verano.

  • Tomás González Santos

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