jueves, 31 de enero de 2008

A NORA


La mar está mudando su traje de plata,
por el oro del amanecer.
La dama de noche exhala sus últimos suspiros,
llenándolo todo de su embriagador aroma.
El jardín estalla en una sinfonía de colores:
amapolas, jazmines, lirios, petunias y lilas compiten en belleza,
visten sus mejores galas, para recibir el naciente y aun joven día.
El vinilo da vuelta en el tocadiscos,
“La vida en Rosa” me acompaña...
la cascada, áspera, y a la vez dulce voz de Piaf,
lo envuelve todo.
Mi mano se desliza sobre tu cálida piel,
tus rizos: sedosos, suaves como una liviana pluma se enredan entre mis dedos.
Tus ojos color miel, me miran fijos, parece que hablaran.

¿ Qué nos podemos decir con palabras que no digan nuestras miradas? .
Aun está tierno en mi memoria el día en qué llegaste.
¡Cómo lo recuerdo!
Corrías a mis brazos como si te faltara el aire.
Yo te deseaba como si fueras el primer amor de mi ya madura existencia.
Eras el deseo anhelado, y por fin poseído.
La melodía termina.
Sus últimos versos aun resuenan en mi cabeza;
“Des nuits d'amour á plus de finir,
En las noches de amor se puede morir,
Un grand bonheur qui prend sa place
Una gran felicidad toma su lugar,
Des ennuis, des chagrins s'effacent,
Los problemas, la triste se desvanecen”
Parece que su letra estuviera escrita para nosotros.
El mar es como si despertara,
exhibe su nuevo traje.
El día va camino de su pubertad
olvidada su cálida y aún reciente juventud.
Yo con la nieve en mis sienes,
camino hacia el ocaso de mis pasados sueños.
Los días de gozo y felicidad vividos junto a ti,
solo son una sombra en la memoria.
¡Cómo te echo de menos!
Los momentos en que mi vida transcurrió
por los delicados senderos de la depresión,
no tuve que pedirte ayuda.
¡Tú sabías que la necesitaba!
La enfermedad que hizo presa de mi cuerpo,
no pudo con mi alma,
la tuya estuvo siempre dispuesta a socorrerme
en los momentos de debilidad.
Solo tenías que poner tu dorados ojos en mí,
y las ganas de vivir volvían con más fuerza.
¡Dios, cómo te echo de menos!
Te sentabas a mi lado, sin pedir nada, solo me mirabas,
el tiempo pasaba lento para los dos.
Creíamos que teníamos todo el tiempo del mundo, y era él,
el que nos tenia secuestrados.
Tu compañía fiel, sumisa, nunca interesada,
¡ni comías por no separarte!
fue el mejor bálsamo para mí.
Mis dudas quedaban envueltas
en la dulce calidez de tu cariño.
¡Cómo te echo de menos!
Han trascurrido 16 años, muchos para ti, demasiados,
y demasiados pocos para mi.
¡Como nos engaña el tiempo con todo lo qué amamos!
Cuan rápida es su carrera y que corto el camino.
¡Cómo te echo de menos!
El día de tu marcha llovía suavemente,
hoy solo llueve en mis ojos.
Mi falta de valor para despedirme de ti,
no deja de removerse en mí cada día.
No me da descanso.
Nuestra despedida era demasiado para mi animo decaído...
Mi amor egoísta no puede entender el porqué de tu marcha.
Tu falta es insoportable.
En cada rincón esta tu sombra, tu aliento, tu mirada.
Nunca te iras de mi lado,
y tal como hiciste siempre,
hasta el último de mis días, estaremos juntos
"Dijiste Libertad antes que nadie,
cuando el susurro iba de piedra en piedra."
( Pablo Neruda)
Así será tu alma, así fue tu vida.
Tuviste libertad para vivir,
tomaste tu propia libertad para amar,
y me diste la propia libertad
de sentir que era algo tuyo, y tú algo mío.
Espérame tras de la puerta, y goza de tu nueva libertad,

¡ Yo no puedo vivir sin ti ¡. A Nora, mí amada perrita.
Tomás González Santos